domingo, 31 de diciembre de 2023

SERÁ LARGA LA NOCHE (SANTIAGO GAMBOA)

Santiago Gamboa nos deja en Será larga la noche una apasionante historia sobre una Colombia herida por la violencia y por el negocio de las iglesias oportunistas. En este escenario, dos mujeres, una periodista y una ex-combatiente de las FARC investigan la naturaleza de un enfrentamiento armado en la selva y la  desaparición del niño indígena, único testigo de la balacera.


Cita I
El niño los vio pasar muy cerca del árbol (un mango) en que estaba subido y sintió una mezcla de miedo y vértigo. Eran dos asaltantes. Subieron desde la orilla del riachuelo y se apostaron en el barranco. Tenían una bazuca. Desde ahí estaban a menos de cien metros del Hummer blindado. Se recostaron en el pasto, gesticularon y movieron los brazos, como estudiando el tiro a través de complicados cálculos, pero sin hacer el menor ruido. Finalmente se decidieron. Uno se puso de rodillas y sostuvo el cañón en su hombro. El otro, desde atrás, calculó la trayectoria, tardó unos segundos que al niño le parecieron infinitos, y disparó.

Aparte de la frescura y actualidad de la crónica, resultan especialmente conmovedora el análisis del autor sobre el tema de las distintas orfandades y su desesperada búsqueda de amparo (violencia, religiones, nuevas tecnologías, ...) 

Cita II

Mis padres me vendieron cuando era niño. Me vendieron a una mina, en Minas Gerais. Yo tenía siete años. Por eso crecí en un mundo de hombres rudos, sin afecto. Mis juegos eran solitarias carreras entre los barracones. Mis juguetes, las herramientas viejas y quebradas de la bodega de aparejos. Para un niño, un juguete no es un capricho, es una necesidad. [...]

A los doce años un sacerdote me enseñó a leer y dijo que yo no era huérfano. Que todos éramos hijos de Dios. Ese es tu padre, me dijo, olvida el resto. Rézale todos los días, ya conoces la oración.

Una curiosidad:  me ha llamado la atención la omnipresencia de protagonistas asentados en su modo de vida single: Julieta, Johana, Jutsiñamuy, ...

Cita III

La oficina de Jutsiñamuy parecía el estudio de un artista plástico. Pero es que él no era un fiscal como los otros, ni siquiera un ciudadano común, pues a sus cincuenta y nueve años era viudo y sin hijos, lo que quería decir que pasaba más tiempo en el despacho que en su lánguida residencia (en Niza), repleta de recuerdos y pesadillas. Para estar solo prefería su viejo escritorio.



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